sábado, 5 de julio de 2014

Agroecología comunitaria y autonomía alimentaria

postheadericon AGROECOLOGÍA COMUNITARIA Y AUTONOMÍA ALIMENTARIA

Año tras año, las familias recrean sus milpas en complejos sistemas de asociación y rotación de cultivos (maíz-frijol-calabaza-chile-tomate y otros) adaptados a una multitud de nichos agroecológicos y gustos culinarios, y auspician tanto plantas silvestres que complementan su dieta básica (quelites) y tienen otros usos (medicinales, ornamentales, repelentes de plagas) como insectos benéficos.

En los solares también se reflejan los saberes campesinos para diversificar las fuentes alimenticias y otros satisfactores, e igualmente en la caza y la recolección en el monte y las áreas de pastoreo. Todo el territorio provee, en mayor o menor grado, los alimentos y el agua requeridos. La comida, además de un acto cultural, es un asunto territorial.

En dos décadas de acompañamiento a comunidades indígenas y campesinas de las montañas de Guerrero, más de mil familias de una treintena de comunidades han emprendido el camino de la recuperación de su autonomía alimentaria e hídrica, desde la restauración de los suelos, su fertilidad y su salud, la conservación y el buen manejo del agua, el cuidado y mejoramiento continuo de las semillas nativas o criollas, hasta el rescate de la comida tradicional, sana y diversa.

Parcelas que ya no producían nada han vuelto a abastecer el consumo familiar de maíz y frijol; en otras que rendían menos de una tonelada de maíz por hectárea ahora se cosechan más de dos y hasta 3.5 toneladas, y eso que son de temporal y se hallan en laderas. En decenas de huertos familiares y colectivos, las mujeres intensifican la disponibilidad de alimentos para sus familias y algunas venden sus excedentes en la comunidad.

Con una visión integral del territorio se han protegido y recuperado decenas de manantiales; restaurado barrancas; reforestado montes, entornos de parcelas y solares; construido obras de saneamiento, de captación de lluvia, filtros de agua potable, estufas ahorradoras de leña en casas y escuelas, entre otras acciones comprendidas en la planeación comunitaria, propiciada con la reflexión y la formación basadas en un verdadero diálogo de saberes.

Hablamos de agroecología comunitaria porque se trata de que la información y las opciones fluyan para todos y todas, y que las decisiones se tomen en las instancias comunitarias, en asambleas, con la participación comprometida de las autoridades locales, los comités comunitarios de agua, reforestación y padres de familia, y de los demás actores, en especial de mujeres y hombres promotores, animadores y experimentadores agroecológicos; de colectivos de mujeres; de maestros, niños, niñas y jóvenes, y de los ancianos ansiosos por transmitir sus conocimientos y vivencias y por ver que sus territorios no sean abandonados por los hijos ni les sean despojados bajo múltiples engaños.

En estos andares constatamos la importancia de recuperar las experiencias que aún viven en la memoria y la historia de cada persona, cada familia, cada comunidad. Comprobamos que la fortaleza de las instituciones y los sistemas normativos de los pueblos es esencial para preservar el tejido social, las culturas y la Naturaleza como un bien común.

La confianza en lo propio se va recuperando a medida de que se ven y se comparten los buenos resultados. La autonomía alimentaria de las familias y sus comunidades es parte del manejo comunitario del territorio y del camino hacia la sustentabilidad y la soberanía alimentaria del país. Su defensa es integral y propositiva.

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